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Similitudes entre conflictos.

Desde el primer momento he sentido empatía por los controladores aéreos así que tengo que reconocer que o bien soy una persona sin entrañas o bien soy demasiado viejo en estas cosas como para dejar que me tomen el pelo. Ahora que ya llevo unos días investigando la situación el asunto se me figura no sólo claro sino diría que incluso premonitorio porque ya sé lo que me espera llegado el día de la rebelión.

Ahora bien lo más interesante del tema creo que son las similitudes que existen con nuestro propio conflicto de tal manera que se podría afirmar que el Gobierno gestiona estos conflictos siguiendo un manual en el que se suceden las siguientes etapas.

Todo empieza con una necesidad imperiosa de tapar un enorme agujero causado por una pésima gestión. En el caso de AENA el agujero es de 13.000 M€, en nuestro caso, el famoso déficit de tarifa, ya sabéis que rondará los 18.000 M€.

A continuación y ya seleccionada la víctima que cargará con la responsabilidad del agujero, se continúa con una campaña de desprestigio en la que la víctima tiene que observar impasible e impotente cómo se la convierte en mala, mala de verdad tal y como si tuviera desde nacimiento un gen específico de la maldad. Los intentos de defensa de la víctima se justifican por su intención de mantener sus privilegios, salarios estratosféricos o rentabilidad excesiva, llámese como se quiera. Se apela con ello a los más bajos instintos de la población que difícilmente puede entender que exista gente capaz que se curra su vida y que obtiene mejores resultados que los propios. Para esto vale con hacer pública una nómina o lo que se cobra por Kwh en relación con el precio del pool.

Las víctimas no sólo son unos peseteros, hijos de mala madre y aprovechados sino que además no tienen ningún escrúpulo en hacer CONTINUAS HUELGAS o PRACTICAS FRAUDULENTAS.

Las citadas prácticas gubernamentales que se caracterizan por una falta absoluta de principios, rigor o atenimiento a la verdad se pueden llevar a cabo como consecuencia del control que se ejerce en los medios de comunicación en donde una noticia verdadera propiciada por las víctimas puede ser tapada por diez mentiras en sentido contrario.

Con esto ya hemos alcanzado la fase de maceración que dirían algunos y los españoles, que siempre han sido muy envidiosos, ya vociferan con enfado que hay que hacer algo para poner en su sitio a esta banda de villanos. La opinión pública ya está en contra y ya se ha extendido aquello de que el fin justifica los medios. Hay que hacer algo y pronto.

Entonces empezamos con la fase de los reales decretos y paso a paso, real decreto a real decreto, vamos atacando a las víctimas despojándolas en cada uno de ellos de algo, ya sea un convenio, salarios, seguridad jurídica o simplemente dignidad. Todo esto no se podría hacer ateniéndose a derecho pero ese no es obstáculo que pueda frenar sus pretensiones porque el derecho en España, al igual que su Constitución, hace tiempo que se lo fumaron como si de un puro se tratara. Cuando unos reclaman les contestan que “no existen derechos fundamentales absolutos” y a otros les contestan que “no existen derechos inmodificables” y ninguno de ellos puede pedir amparo apelando a la Constitución porque ninguno tiene acceso a plantear tal cuestión que queda limitada al Defensor del Pueblo, Senado y otros eslabones más de la misma cadena del poder político.

Por este procedimiento ya tenemos al colectivo, macerado y escaldado. Ahora sólo falta llevarlo a plena ebullición para culminar la faena.

Es entonces cuando mediante otro real decreto tramposo a más no poder se les da el golpe de gracia. Se redefinen por ejemplo las horas trabajadas para que no computen permisos, licencias o bajas. En el otro caso se redefinen las horas de funcionamiento para que parezca que son los inversores los que generan la energía y no las placas. En este punto la víctima que, ya estaba muy quemada por todos los antecedentes, no puede soportarlo más y se rebela de la única manera que puede y le está permitida, es decir, por libre y sin atenerse a nada. Ya todo es lo mismo porque es igual ocho que ochenta y el asunto se les figura tan intolerable que esta rebelión descarada y salvaje bien vale el precio que se debe pagar por ella.

Y luego viene todo lo demás, la unanimidad de una sociedad ciega que pide un linchamiento que el gobierno ofrece con mucho gusto y prestaza porque para eso ha estado trabajando. Se decretan estados de alarma que no cumplen los requisitos necesarios, se militariza amparándose en una ley derogada, se imputan delitos desproporcionados basados en leyes franquistas y se vulneran derechos fundamentales simplemente porque se debe mandar el mensaje de que nadie debe volver a pensar que puede echar un pulso al Estado y salir bien librado. La unanimidad en esto es total hasta el punto de que el Gobierno obtiene el insólito beneplácito de una oposición que piensa que algún día todos estos antecedentes les pueden resultar muy convenientes.

Y España, como siempre, dormida, aplaudiendo o directamente señalando con el pulgar hacia abajo como cuando cualquier desgraciado salía a la arena del coliseo para que dieran cuenta de él leones, gladiadores o el matarife de turno.

Por Quinto